Hal Steinbrenner me recuerda a Michael Corleone, el hijo tranquilo de Don Vito, que tras la muerte del padre y con todo el poder en la mano, se tornó cruel y despiadado.

Demoró cinco años desde la muerte del viejo George Steinbrenner para que le salieran los instintos del Boss, pero como dice el refrán, la cabra siempre tira pa'l monte.

Primero fue la movida al contratar al lanzallamas cubano Aroldis Chapman, cuando los Dodgers de Los Angeles se pasaron de puritanos y echaron para atrás un pacto para adquirirlo de los Rojos de Cincinnati.

Los Yankees desafiaron los convencionalismos que imponen estos tiempos de ser "políticamente correctos" y se hicieron de los servicios del pitcher más intimidante de todo el béisbol, en momentos en que el cerrador estaba desvalorizado moralmente por un caso de violencia doméstica.

Si a mitad de temporada el equipo estaba en rumbo a los playoffs, Chapman sería la pieza clave del noveno inning.

Si no, el cubano sería -- como resultó ser -- una valiosísima moneda de cambio, de cara a la reconstrucción de un equipo demasiado envejecido.

Pero donde Steinbrenner sacó a relucir su ADN fue en el modo en que puso fin a la relación del equipo con Alex Rodríguez como jugador.

Fue algo fríamente calculado, que quizás no lo hizo un año antes porque A-Rod regresó en el 2015 con el bate demasiado caliente tras cumplir una suspensión por todo el 2014 por uso de sustancias prohibidas.

Cuando el jugador dejó de rendir sobre el terreno Hal Corleone o Michael Steinbrenner, ya no sé ni lo que digo, le pasó la factura por la tormenta de demandas que Alex desató cuando se avecinaba el castigo por el escándalo de la clínica Biogénesis de Miami.

Sencillamente lo humilló y lo botó como un traste viejo, más allá de su obligación de pagarle los más de 20 millones que le debe del contrato.

Y justo cuando el pelotero estaba a cuatro cuadrangulares de incluirse en el exclusivísimo club de los 700 jonrones, donde sólo están Barry Bonds, Hank Aaron y Babe Ruth.

Reconozco que nunca he simpatizado mucho con A-Rod, independientemente de su innegable talento que lo hacen uno de los mejores peloteros que hayan pasado por las Grandes Ligas.

Su personalidad egocéntrica, de diva, de querer ser siempre el foco de todas las atenciones, fue lo que lo llevó a tomar decisiones equivocadas en su vida que terminaron hundiendo en el lodo una carrera brillante.

Viendo las imágenes de su último juego en Yankee Stadium sentí pena por él, pues hasta la Madre Naturaleza conspiró en su contra, al soltar un chaparrón que acortó la ceremonia de despedida.

Si los Yankees lo botaron (no adornen las cosas con térinos como retiro, dejado en libertad o cosas así), ¿no fue un acto de hipocresía prepararle ese adiós?

Si el manager Joe Girardi le negó demasiados turnos al bate en la última semana cuando el equipo está ya eliminado de toda aspiración, ¿por qué romper en llanto en la rueda de prensa después del juego?

La última imagen que quedó fue la de un Alex aplastado por El Lado Oscuro De La Fuerza. Y la gente tiende a sensibilizarse con los débiles.

Pero al final también quedó la impresión de que a la novela de Alex Rodríguez todavía le queda un capítulo más.

Y ese episodio podría grabarse en Miami. Cada vez son más insistentes los rumores de que los Marlins estarían dispuestos a contratarlo por muy poco dinero para ver si puede defender la primera base en las semanas que le quedan a la campaña.

Los programas de la emisora local de ESPNDeportesRadio están encendidos con el tema, que tiene a la población más dividida que el debate entre Hillary Clinton y Donald Trump.

Los Marlins tienen ahora mismo un hueco en la primera base, con la lesión de Justin Bour que no acaba de sanar.

Y no es que Alex garantice de inmediato llenar ese hueco, ni mucho menos, pero como movida publicitaria, nadie puede negar que llevaría unos cuantos fanáticos de más al Marlins Park.

Por cierto, gente en el estadio es algo que el equipo necesita y del dueño Jeffrey Loria se puede esperar cualquier cosa.

Así que como diría el inmortal narrador Buck Canel, "no se vaya nadie, señores, que esto se pone bueno".

Por Jorge Morejón / ESPN Deportes 
 
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